Los científicos saben menos sobre el fondo de nuestros océanos que sobre la superficie de Marte. Es por eso que, cada vez que vislumbran la vida en los mares profundos, a menudo se sorprenden por lo que ven.
El último descubrimiento se refiere a un raro cefalópodo, Haliphron atlanticus, un pulpo de “siete brazos”. Recibe este nombre porque mantiene su octavo brazo metido en un saco debajo de su ojo. En una expedición de 2013, los científicos utilizaron un sumergible a control remoto para detectar al pulpo, solo el tercer avistamiento de estas criaturas inusuales, que pueden crecer hasta alcanzar los 4 metros (12 pies) de largo.
Lo que fue particularmente sorprendente, sin embargo, fue lo que los investigadores vieron comer al pulpo: una medusa de yema de huevo (Phacellophora camtschatica).
Los científicos han pensado durante mucho tiempo en las medusas como un “callejón sin salida nutricional”, lo que implica que los depredadores obtienen poca recompensa de la caza potencialmente arriesgada de los habitantes gelatinosos del océano. El desayuno del pulpo de siete brazos sugiere que las medusas pueden hacer buenas comidas después de todo.
Para confirmar que no fueron testigos de un antojo único, científicos del Centro Helmholtz para la Investigación Oceánica en Alemania y del Instituto de Investigación del Acuario de la Bahía de Monterrey observaron especímenes conservados de H. atlanticus en museos y encontraron restos de medusas en cada estómago. Su estudio fue publicado esta semana en Scientific Reports.
H. atlanticus, al igual que otras criaturas de aguas profundas, no puede permitirse ser exigente cuando se trata de comida. Es por eso que tienden a tener tasas de metabolismo bajas que, en efecto, hacen que su reloj corporal funcione lentamente. Por lo tanto, comer medusas bajas en calorías puede proporcionar suficiente nutrición para mantenerlas en marcha. Cuanto más miran los científicos a los cefalópodos, más aprenden sobre las misteriosas vidas que llevan.